La gran diferencia de la nación
Americana con el resto del mundo es su concepción de la ley y el respeto de la
misma. Con el tiempo han legislado para mejorar su calidad de vida y vivir en un país sin
la mayor cantidad de sobresaltos posible, apegados a su constitución que,
incluso, para ser más justos con sus ciudadanos, ha sido enmendada varias veces.
Su éxito es evidente. Creen en la democracia y en el orden. Defienden su libertad individual con los
dientes. No hay otro país en que el
ciudadano de a pie tenga más derechos, ni se le respete como aquí.
Algunas razones por lo que han
podido lograrlo son su avenencia con la república, el estado de derecho y que,
a pesar de que su política está basada - a diferencia del resto del mundo civilizado-,
en sólo dos partidos fuertes, en estos se ha reflejado, históricamente, todo el espectro
del pensamiento político norteamericano.
En el partido republicano siempre
existió el grupo ultra conservador, reacio a los cambios y estandarte de las
ideas más retrogradas; otro grupo de derecha más moderada y libertaria y, por
último, un grupo de centro derecha que comparte muchas ideas de los otros dos
grupos, pero siempre fue (y creo que aún es) el más nutrido. De este grupo
surgieron los mejores gobernantes que parió ese partido en su historia.
Por su parte, el partido
demócrata muestra su tricotomía: el
grupo histórico de extrema izquierda, el
de izquierda moderada y, de nuevo, el más numeroso representado por los de
centro izquierda que también ha producido grandes gobernantes.
Históricamente, el centro
predominó en ambos partidos, se alternaron el poder de una manera sensata,
evitaron en lo posible el fanatismo.
Algo muy importante es que se empeñaron en llevar una política de
compromiso por el bien del país con la menor cantidad de divisiones internas
posible, y donde todos sus ciudadanos, incluso los nacidos en el extranjero, se sintieran en casa, siempre y cuando
cumplieran con las leyes del país y se adaptaran a las costumbres y modos de
vida optados por la mayoría de sus ciudadanos.
El famoso “Melting Pot” donde nadie está
obligado a rechazar sus origines, hábitos, ni religión y donde todos se hacían
parte del “potaje”.
Por varios años los extremos han
ido ganando fuerza dentro de ambos partidos y hoy podría decirse que son las
voces cantantes y con mayor influencia dentro de los mismos. De ahí, la popularidad de Obama, que lo llevó,
para nuestra desgracia, dos veces a la presidencia y la preponderancia que
dentro de los simpatizantes republicanos evidentemente muestra Trump en las
encuestas. Triunfan, peligrosamente, la demagogia y el populismo por primera
vez en la historia de este país. Ojalá podamos sobrevivirlo.
De acuerdo al censo del 2013 la
población norteamericana es de 318, 857,056 de los cuales el 77.7% se considera
blanco, el 17.1% de origen hispano y el 13.2% afro americano. Estos, junto con otras minorías son los
supuestos ingredientes del Melting Pot, pero desde hace años los demagogos se han
dedicado a agriar el potaje logrando que las minorías se sientan alienadas de
la nación resultando en el odio y la división.
Eso ha hecho Obama desde el inicio y eso es lo que está haciendo Trump,
lamentablemente ambos con éxito.
El mensaje de Obama a los
desposeídos ha introducido la envidia de clases en un país donde eso prácticamente
no existía, pues la historia demostraba que cualquiera que llegaba o nacía aquí
podía obtener el éxito que su esfuerzo y sacrificio le proporcionaran. No todos lo lograban, pero todos tenían la
esperanza y la evidencia que era, y aún es posible. Sobran los ejemplos.
Trump dirige su discurso hacia
aquellos nacidos o naturalizados que se resisten a que les cambien el país en
el que nacieron o al que vinieron huyendo de las debacles del mundo buscando lo
que este país ofrecía y ofrece. Este grupo es numeroso.
El establishment del partido
republicano no quiere a Trump, no puede controlarlo, repudian que se expresa de
una manera comprometedora, piensa que no les necesita para triunfar y gobernaría
sin contar con ellos. Les avergüenza. Pero no creo que si al final triunfa en las
encuestas y la convención preferiría ceder ante los demócratas en la conquistar
de la Casa Blanca por un payaso, no sería nada nuevo, ya nos gobierna otro por
siete años.
Por su parte los demócratas están
en aprietos. Sólo tienen a una Hilary,
siendo investigada por el FBI, cada vez más desprestigiada y perdiendo la
confianza de los suyos, mientras Obama declara su apoyo, aún antes de
postularse al gris Biden.
Yo no me atrevo a predecir qué
pasará en Noviembre del 2016, pero las opciones no son halagüeñas. ¿A Ud. no le
parece? A mí, sí.
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