Thursday, October 27, 2011

Bienvenido a casa, Gilad Shalit

Dice el Talmud: “si se salva una vida, se salva la humanidad”.

Cada cultura, pueblo, religión o civilización, tienen su propio criterio con respecto a la vida, su valor, comienzo, final y esencia. En el caso de la civilización judeocristiana, las raíces judaicas de la misma imprimen su sello. “No matarás”, dice el sexto mandamiento.
El estado de Israel, como cualquier estado en guerra, mata a sus enemigos, pero la ley no contiene condenas que incluyan la pena de muerte, siendo el único caso, en 1962, el del genocida nazi Adolf Eichman. Aunque el aborto es legal, el Estado ayuda a las madres que prefieran dar sus hijos en adopción mediante un trámite realizado con facilidad.
En el antiguo Israel, se apedreaba a los condenados a muerte, embriagándoles a priori para mitigar su dolor. De ahí la costumbre de que cuando bebemos alcohol en fiesta, decimos lejaim –por la vida– como implícitamente aclarando que en ese caso no es por la muerte.
El pueblo de Israel está de fiesta por el regreso a casa, sano y salvo, de Gilad Shalit. Respiramos luego de cinco años de incertidumbre, dado el salvajismo de sus captores y el hermetismo circundantes. Gilad podía haber corrido la suerte de Daniel Pearl, decapitado frente a las cámaras de televisión, trasmitido al mundo como diversión dominical de sus asesinos; o la del piloto Ron Arad, desaparecido en el Líbano en octubre de 1986 prisionero de las milicias chiitas libanesas y del que nunca más se ha sabido; o la del bebé de la familia Fogel, recientemente decapitado por terroristas palestinos.
Para mí, fue una espina clavada hondo en mi alma desde que Gilad fue capturado, porque entendía lo que podría pasarle, además del dolor y la angustia de su familia, pues aunque, gracias a Dios, no pasé por una experiencia similar, sí recuerdo nuestro desasosiego durante la tercera intifada en el otoño del 2000 cuando mi hijo servía en las gloriosas fuerzas de defensa del Estado de Israel (IDF). Veíamos y oíamos “con el corazón en la boca” las noticias que llegaban de Israel.
No fue a James Bond, ni a un súper agente a quien canjearon por 1,027 terroristas. Fue al hijo de Naom y Aviva Shalit, simples vecinos del pequeño pueblo de Mitzpe Hila. No se rescató al hijo de un alto funcionario. Se rescató a un simple miembro de una familia típica israelí, demostrando, una vez más, el compromiso de ese estado para con los ciudadanos que garantizan su defensa.
No es la primera vez, ni será la última. De acuerdo a reportes de AFP, en marzo de 1974, 65 palestinos fueron canjeados por dos espías israelíes detenidos en Egipto. En marzo de 1979, 76 palestinos por un militar israelí prisionero en el Líbano. El 23 de noviembre de 1983, 4,600 palestinos fueron canjeados por seis soldados capturados por la OLP en el Líbano. El 20 de mayo de 1985 Israel liberó a 1,150 palestinos a cambio de tres soldados israelíes capturados en 1982 por el Frente Popular de Liberación de Palestina. El primero de octubre de 1997 Israel liberó al guía espiritual de Hamas, el jeque Ahmed Yasin, así como a decenas de prisioneros palestinos y jordanos a cambio de dos de sus agentes secretos. El 6 de agosto de 2003 ocurrió la liberación por Israel de 341 palestinos, vinculados a Fatah, partido dirigente de la OLP. El 29 de enero de 2004 Israel libera a 408 palestinos y 23 libaneses del movimiento chiita libanés Hezbolá a cambio de los cadáveres de tres soldados israelíes.
Entre el 27 de diciembre del 2004 y el 15 de diciembre del 2009 alrededor de 8,700 prisioneros palestinos son liberados por Israel, pertenecientes en su mayoría a Fatah; entre ellos, los dos prisioneros más antiguos de Israel, Said al-Attaba y Mohammed Ibrahim Abu Ali. El 2 de octubre del 2009, Israel liberó 20 palestinos a cambio de un vídeo de Gilad Shalit.
Por fin, el 11 de octubre del 2011, luego de arduas negociaciones, se revela que Israel y Hamas han llegado a un acuerdo bajo mediación egipcia para canjear a Gilad Shalit por 1,027 terroristas palestinos y, finalmente, el 18 de octubre, Gilad Shalit es liberado.
En conclusión, para los que han criticado la negociación y sus resultados desde los ángulos más alucinantes del espectro de opinión, Israel desde 1974 a la fecha ha canjeado alrededor de 9,800 terroristas palestinos, jordanos y libaneses por 18 israelíes incluyendo tres cadáveres.
Coincidentemente el número 18 coincide con la letra jai, que en hebreo significa vida. Pese a todos los enemigos, Israel seguirá esforzándose por la humanidad salvando vidas diariamente gracias a sus logros científicos y luchando por su sobrevivencia apoyado por sus Fuerzas de Defensa.


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Wednesday, October 12, 2011

El Tiburón y el pequeño pez

En la billetera de su padre, en el bolso de su madre,  en la mente de sus hermanos, en la mesa de noche de una novia y en el corazón  de muchísimos amigos, compañeros de escuela y de diversiones, está retratado, con dolor y pena,  el rostro de un muchacho de cara aún infantil, grandes ojos tristes y amplia sonrisa.
Pocos saben que cuando este joven  tenía once años de edad, escribió un cuento con la ternura e ingenuidad que sólo la límpida mente de un niño puede concebir. El cuento trata  sobre un pequeño pez que se encontró en el mar con un tiburón a quien invitó a jugar a los escondidos.  Jugaron hasta que el sol cayó, sin incidentes para el pequeño pez  y, por supuesto, para el tiburón. Narra el cuento que, cuando ambos peces describieron su experiencia a sus respectivas madres, estas les transmitieron sus criterios.  
La madre del tiburón dijo: “no juegues más con él, los pequeños peces son para que nos los comamos”. 
Por su parte, la madre del pequeño pez, horrorizada, le relató las horribles historias de los familiares devorados por los tiburones, de modo tal que, desde entonces, basados en lo inculcado por sus madres, ambos, el tiburón y el pequeño pez, evitaron encontrarse.
Así transcurrió  un año, al cabo del cual se produjo el inevitable encuentro.  El tiburón le dijo al pequeño pez:”Tú eres mi enemigo, pero podemos hacer la paz” 
La historia escrita por el niño  relata que  los peces jugaron secretamente por días, semanas  y meses, hasta que un día decidieron ir juntos a contárselo sus madres.  Desde entonces el tiburón y el pequeño pez vivieron en paz.
No deja de ser un cuento infantil; pero es un sueño maravilloso si pudiera hacerse realidad en tantos conflictos que la humanidad en general sufre, entre enemigos por definición y hábito.
Este muchacho, casi un niño hace solamente cuatro años, es hoy víctima de una práctica medieval devenida en moda a manos de los piratas de finales del siglo XX y, lamentablemente, del XXI: el secuestro.
El secuestro es una de las maneras más degradantes en que un humano puede someter a otro, pues la victima pierde,  inmediatamente su valor como el ser persona y se convierte en “cosa intercambiable” por un valor material o por otras personas legal o ilegalmente cautivas. 
La prensa nos informa constantemente de casos de secuestro en todo el orbe, desde las selvas latinoamericanas hasta el Golfo Pérsico,  con toda una serie de variantes y paisajes que compiten en su crueldad y vileza.  Nada que ver con la historia del tiburón y el pez.
A los dos años de su cautiverio, le permitieron a este joven  escribir una carta a sus padres donde les contaba cuánto les extrañaba, cuánto sufría física, mental y emocionalmente y en la que  les pedía que siguieran haciendo todo lo posible para que se negociara su liberación y hacer realidad su sueño perenne de reencontrarse en libertad y abrazarles.
Sólo sus verdugos saben en realidad  a qué suplicios le han sometido, sólo ellos conocen de su estado físico y mental.  Las experiencias vividas por otros en dichas circunstancias nos hacen  presumir lo peor. Este muchacho antes de ser capturado  se distinguía mucho más por su entendimiento y sensibilidad que por sus atributos físicos; aunque su carácter  y coraje le conseguían sobreponerse y realizar labores físicas superiores a sus limitaciones. Ojalá que aún sea así.
Quienes le quieren no lo ven desde que tenía 19 años en Junio del 2006 cuando fue secuestrado mientras  hacía  posta en la frontera por terroristas de Hamas, quienes le mantienen, como él mismo ha descrito en una de las pocas comunicaciones que sus verdugos le han permitido,  “en una inhumana e intolerable pesadilla”.
Lamentablemente, el papel de  la Cruz Roja y de Amnistía Internacional ha sido nulo ya que  Hamas no ha permitido su acceso, ni dichas organizaciones han puesto el máximo ahínco para conseguirlo.
El  Gobierno de Israel ha realizado esfuerzos importantes para lograr su liberación, incluso como en casos anteriores,  a cambio de prisioneros palestinos condenados bajo las leyes de un estado democrático, con todas las garantías procesales y la transparencia que ello requiere. Nada ha sido suficiente para sus captores y este joven sigue siendo martirizado.
Su nombre es Gilad  Shalit y  ya es hora que vuelva a casa. Que D-os así lo quiera
Roland J Behar
 rjbehar1050@hotmail.com
 Conmemorando su 25th cumpleaños