Podría haber sido una noche más, pero no lo fue. Era viernes, La Habana
sobrevivía otro cálido Septiembre y el destino me jugaba una buena pasada. D-os
me ponía a prueba y me deparaba un premio.
Era un momento raro en mi vida, era libre y no quería serlo. Luego de haber
tenido una relación con mi exesposa (en ese momento) por más de 8 años entre
noviazgo y matrimonio, y que gracias a ella y a su maravillosa gente había
encontrado primero, y formado después mi propia familia, me veía de nuevo en el
limbo y para mi sorpresa intuía que mi vida estaría siempre incompleta sin su
presencia y la de nuestro hijo. Hacia dos meses que estábamos divorciados y mes
y algo que disfrutábamos una relación
secreta y excitante, no éramos ni novios, pero nuestros furtivos encuentros
eran tan o más apasionados que cundo nos conocimos apenas saliendo de la
adolescencia. Todo esto luego del
escándalo y el dolor que a ambos nos produjo nuestro divorcio, por lo cual yo
era único y absoluto responsable. El desafío era re enamorarla y que volviera a
confiar en mí, descubrí que la amaba como no había amado a nadie y que mi
autosuficiencia se desvanecía por la necesidad de su cuerpo y de su alma buena.
Mi plan era reconquistarla y reconstruir nuestro hogar, no les cuento todas
las artimañas que emplee, pero les cuento esta que complicó y aceleró los
acontecimientos.
El edificio era como muchos otros construidos en la zona conocida por
Centro Habana en los 40 con una mezcla arquitectónica entre lo barroco y lo Art
nuovo tenía más de 10 pisos y como siempre, el elevador estaba roto. Los
muchachos jugaban al taco en la calle
mientras los adultos se sentaban en el quicio de la entrada o se
asomaban por las angostas ventanas huyendo del calor. Varios vecinos se enfrentaban
a las empinadas escaleras cargados de latas de cinco galones donde
transportaban agua hacia sus apartamentos, ya
que como siempre la bomba se negaba a subirla desde la cisterna.
En uno de los pisos altos vivía una peculiar pareja de amigos con los
cuales habíamos compartido muchos momentos importantes, de alegría y de pena, y
que ya no están en nuestro círculo de amistades por razones que no merece la
pena explicar, pero les quisimos mucho, por muchos años, la vida nos da
sorpresas. El apartamento tenía dos espacios, era compacto, aunque de puntal
alto, lo que contribuía a que la brisa marina que penetraba por la ventana y el
balcón proporcionara una temperatura
agradable. Constaba de una pequeña salita contigua a la cocina, un baño y una
habitación para dormir. Magaly era de esas mujeres de la vieja escuela que
mantenían la casa impecable por muy modesta que fuera.
Yo buscando su “alcahueteo” propicie que nos reuniremos allí, para hacer
una comidita intima, tomar unos tragos y que entre los dos, testigos de nuestra
vida y ceremonia “divorcial” la imbuyeran a sellar la reconciliación, que no
sin razón ella resistía.
La noche discurría como tantas que habíamos compartido entre risas, cuentos
y mis payasearías. En un momento las mujeres se metieron en la ínfima cocinita
a preparar la cena, mientras mi amigo y yo nos sentábamos en el televisor, ya
que el máximo dictador, pronunciaría un discurso en el cual haría importantes declaraciones.
Como siempre esperábamos la perorata sobre los grandes triunfos de la
revolución y el brillante futuro que nos deparaba el destino, mientras el país
se desmoronaba.
Realmente ,no estábamos pegados al televisor, ya habíamos visto la
película, pero de pronto el sátrapa comenzó a llamarle a los despreciables
gusanos apátridas “Comunidad cubana en el exterior”, no podíamos salir de
nuestro asombro, pero lo que vino luego nos dejó en shock cuando dijo que se
iba a fomentar la reunificación de la familia cubana permitiendo la salida de
los presos y expresos políticos( grupo al cual pertenecía) y que también
podrían salir los que sus familiares le reclamaran del exterior. Mi mundo, mis
perspectivas y mi psiquis entraron en un torbellino inesperado. Ante mí se veía
la posibilidad de lograr mi sueño de reunirme con mi madre y hermana y la
mayoría de mi familia después de catorce años sin verle, además de huir de un
entorno que me era hostil desde mi infancia, pues nunca comulgue con los
gobernantes impuestos, ni su filosofía,
sobreviví y estudié por entender que era mi única opción para conseguir una
vida, si no buena, aceptable. Podría haber tomado el camino más fácil, partir y
abandonar a la familia que había creado y comenzar una nueva vida sin ataduras
ni compromisos, pero pensaba que si lo hacía nunca sería feliz y ahí mismo tome
la decisión de que nos íbamos todos, o ninguno. No sería fácil, mi mujer no
tiene nada de tonta, es muy inteligente y le sobraban motivos para desconfiar y
tomar una decisión que el tiempo ha demostrado habría sido desastrosa
La reacción de ella hacia mi alegría y entusiasmo no podría ser peor. Yo no me voy contigo a ninguna parte si
aquí donde tengo toda mi familia tú te has portado como lo has hecho ¿Quién me
asegura que mañana, cuando estés entre los tuyos, me dejas por cualquier
pelandruja, y yo me quedo sola en un país extraño?, si quieres vete tú, pero yo
me quedo con los míos.
La cosa se complicaba aún más, ya no solo era convencerla de mi genuino arrepentimiento,
además tenía que lograr ganar su confianza de lanzarse a esta aventura hacia lo
desconocido. Comprendí que no era sensato entrar en una discusión para la cual
no tenía argumentos y que solo me quedaba confiar en mi inteligencia y
perseverancia para convencerla basado en el amor que ella también sentía por mí,
pero había poco tiempo.
Luego de la animada platica, pasamos a otro tema hasta que la noche y los
tragos nos indicaron que era hora de irse a dormir y así lo hicimos en la
pequeña salita donde bajo sabanas extrañas hicimos el amor como dos amantes que
se buscan y se encuentran, en silencio y con la cabeza llena de imágenes
posibles.
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